viernes, 10 de agosto de 2007


Siento una boca blanda que se posa sobre la mía, suavemente con dulzura, más el olor anisado que despide me repele, porque se que es la tuya, porque sé que es lo que tu quieres, que devuelva el beso.

Me hecho atrás. De repente veo que estoy vestida con un traje de época negro, en un salón dorado, todo va muy deprisa, todo da vueltas.

Tu perfume a anís envuelve todo, envuelve el recuerdo y la fantasía de la cual quiero escapar, pero es imposible, todo está borroso, todo da vueltas, el sonido de las risas me marea, solo queda el nítido olor anisado, que se impregna en mis ropas y en mi mente y que es el que creo que hace todo girar.

Más intento escapar, pero mis piernas fallan, se doblan como sauces con el viento, reduciéndome a un cúmulo de sonoros ropajes que se arrastran por una alfombra de terciopelo rojo, arañándola con rabia en su último intento por escapar de tu olor y tu recuerdo, pero tu sigues tras mía, dando lentos pasos tras mi trémulo gatear, puesto que prefiero estar así, que cerca tuya, mientras tu risa cruel inunda mis oídos y tu fétido olor a anís se clava en mi cerebro. Me derrumbo.

El suelo desaparece y se convierte en tu pecho, en tu cara, en tus piernas me doy cuenta, al borde del desmayo, de que estoy tumbada sobre ti, sobre tu perfecta anatomía. Y lloro, lloro amargamente por haber fracaso mi intento de huir, porque tu detestable olor me ha intoxicado y por que de nuevo, como al comienzo tratas de besarme, con la diferencia de que estoy exhausta y ya no tengo fuerzas para resistirme. No tengo fuerzas físicas, me niego a devolverte el beso, me miras extrañado, pero satisfecho de tu falsa victoria mientras mis lágrimas resbalan con parsimonia por mi cara y caen sobre ti en silencio.

Cierro los ojos negándome la posibilidad de soportar más de lo necesario, intentando evadirme del hecho de que tus besos violan mis deseos de permanecer lejos de mí, de que tus manos me obligan a continuar cerca tuya y de que mi nariz aspire tu odioso aroma.

Abro los ojos, todo fue un sueño. Lo único real fueron mis lágrimas y tu fastidioso recuerdo.

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