viernes, 7 de septiembre de 2007

Todo para nada


Uno a veces intenta llorar. Y las lágrimas no estan. Siente su corazon parcialmente atenazado, anestesiado, no es capaz de llorar a pesar de que quisiera. Ni de gritar a pesar de que le aliviaría. Internamente vive fuera de si, sin controlar la capacidad de regir su propio cuerpo. Intenta refugiarse del mundo en busca de expulsar esas sensaciones que trata de sacar a golpe de sollozo y que se empeñan en sentirse no maduras para independizarse de tu cuerpo.



Solo nota cierto frío que le retuerce a su persona en un escalofrío incontrolable a pesar de que sus manos sudan y el calor es patente.



Otras veces no puede para las lágrimas como si el grifo se hubiese desajustado, sin poder llamar a nadie que pare que pueda vivir. No puede dejar de gritar a pesar de que quiere sublevarse con silencios, que quiere enterrar lo que vive sobre toneladas de silencio mortecino



No se puede para de sentir. Ni cuando estas muerto. Creo que hasta que hasta la ausencia de sentimiento supone sentir.



Y sin embargo, en la anarquia corporal que te invade de no poder controlar tus emociones solo por tu salud y tu aspecto, nadie trata de serenarse y dominarse. El autocontrol es algo que está mal visto. Está mal visto no querer llorar ante la persona que te saca el corazón tan solo para ver como es un ventrículo, está mal visto gritar te quiero cuando el cuerpo te pide hacerlo a pesar de todo.



Indomita, rebelde, absurda... la emoción nos domina y nosotros nos dejamos pensando que es sabio.



A veces rebelarse contra el rebelde no es tan terrible.

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